domingo, 28 de junio de 2009

La música de las estrellas



Siempre me atrajo el cielo. Los millones de pequeños puntos en una noche oscura son un camino al infinito. Cuando era chico me contaron que la luz proveniente de las estrellas podía recorrer muchos años para recién verlas, y que incluso éstas podían ya no existir. Esto me impactó mucho porque la luz pasó desde ese día a ser algo diferente de lo que representaba hasta entonces. Era algo que podía existir separado de la fuente que lo causaba. Ahora era una energía que recorría y se esparcía por el universo. Recostado en la arena en esos campamentos que hacía cuando era chico, no dejaba de mirar con fascinación ese cielo estrellado imposible de ver en Lima.

Hace unos años me enteré sobre la “música de las esferas”, concepto muy antiguo, al parecer referido por Pitágoras (570-497AC), en el que se entendía el estudio de la aritmética y la música en conjunto para comprender una armonía universal. Pensaban que las esferas celestes debían producir frecuencias que, si pudiéramos escucharlas, se interpretarían como armonías musicales. Así, Aristóteles (384-322AC) explica, en tácita referencia a la escuela pitagórica:

“algunos pensadores suponen que el movimiento de los cuerpos celestes debe producir un sonido, dado que en la Tierra el movimiento de cuerpos de mucho menor tamaño produce dicho efecto. Afirman, también, que cuando el sol, la luna y las estrellas, tan grandes y en tal cantidad, se mueven tan rápidamente ¿cómo podrían no producir un sonido inmensamente grande? A partir de este argumento y de la observación de que sus velocidades, medidas por sus distancias, guardan igual proporción que las consonancias musicales, aseveran que el sonido proveniente del movimiento circular de las estrellas corresponde a una armonía.”

Se trata de la denominada música de las esferas o armonía de las esferas, comentada también por Platón en La República. Ésta idea también fue adoptada por los alquimistas y sabios estudiosos del siglo XVII como Athanasius Kircher (1602-1680) donde en su libro

Musurgia Universalis relaciona el movimiento de los astros como una armonía universal traducida en música de origen divino.



La luz emitida por las estrellas es algo que desde siempre hemos percibido y los científicos estudiado. Puede ser incluso información de hace miles de años atrás. Sin embargo, aún no hemos podido “escuchar” ninguna música proveniente del cielo.

Una noticia reciente dentro del ámbito científico revela que un satélite enviado al espacio, en abril de 1998 por la NASA, el Transition Region and Coronal Explorer (TRACE), ha encontrado las primeras evidencias de música originada en un cuerpo celeste. Resulta ser un “ultrasonido solar” que interpreta una partitura formada, según el satélite de la NASA, por ondas 300 veces más profundas que el sonido de la más profundas vibraciones audibles por el oído humano, con una frecuencia de 100 mili Hertz.



Esto podría ser, si es cierto, que la música de las estrellas está y ha estado sonando desde siempre. Y que sólo podría ser posible escucharla si algún día construimos algún aparato que amplíe nuestro diminuto rango auditivo y nos permita extasiarnos con esas inimaginables melodías.