Me gusta pensar que puede haber un lugar seguro, invariable, un espacio que contenga y que a la vez deje estar. Me gusta, por las noches, cuando estoy a punto de dormir, creer que la oscuridad es como una piscina, inmensa, tibia, esperando para abrazarme. Pensar en ese lugar donde el tiempo sea innecesario y los pensamientos floten sin que se fijen mucho rato en la mente es reconfortante, especialmente cuando estoy cansado y el mundo de afuera me ha colmado.