sábado, 5 de enero de 2008

A v i o n e s



Primero cayó uno, volaba de manera extraña, parecía tener en vez de alas una cola larga como de cometa, como un dragón chino. Pero luego vino otro, uno de línea comercial y estalló en el aire. Una de las partes cayó cerca con gran estruendo y la otra parte se precipitó casi encima mío.
Siempre estoy en la casa de mi papá cuando caen los aviones. A veces explotan en el parque y otras veces caen sobre las casas vecinas de atrás. Pero esta vez fue lo más cerca. La parte de una enorme ala rompió el balcón y casi destruye toda la casa. Yo siempre estoy observando, inmóvil sin poder hacer nada. Era un espectáculo grandioso que pasó de ser aterrador en un comienzo a mirarlo luego con cierto placer y expectativa, incluso a esperarlo.
La cosa es más o menos así, yo miro un hermoso cielo despejado desde algún lugar de la casa de mi papá, luego diviso un avión acercándose y sigo su trayectoria lentamente hasta que de pronto algo sucede y cae. Luego una más. Y otro. Como bombas. Como lanzadas por alguien.
El sonido del celular me despertó y después de contestar quise volver al sueño, era preferible volver al mundo de catástrofes aéreas soñadas que a la realidad que me tocaba enfrentar ese día.
Los aviones ya habían caído. Todos juntos. Era demasiado tarde. Habían sido reales. Y yo mismo me los había disparado.
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